La globalización ha hecho que se incorporen festividades de otros países en nuestras vidas y se vayan perdiendo tradiciones locales menos mercantilizadas. Fiestas señaladas para las generaciones pasadas como la castañada, son apartadas por fiestas más atractivas aparentemente para las nuevas generaciones como puede ser Halloween.
Una transición que no es de un día para el otro. Mi experiencia personal puede ser un ejemplo. En casa desde toda la vida hemos hecho la castañada, una tradición que empieza por la mañana yendo a buscar las castañas en el bosque. Con mucha precaución se sacan las castañas que están bien protegidas por una cáscara muy espinosa. Una vez la cesta está llena ya se puede volver a casa para hacer los «panallets».
Con la chimenea encendida, toda la familia nos ponemos a preparar estos dulces hechos con una masa de azúcar y almendra o de patata o moniato. Una vez hecha toda la masa toca rebozar los «panallets» con piñones o almendra picada y al horno. Estos dos serían los más típicos, pero hay muchas variedades de este postre de otoño.
Acabado el trabajo es hora de comer tranquilamente y hacer una buena sobremesa para esperar a media tarde que es cuando se empiezan a cocer las castañas en la hoguera. Mientras una persona está moviendo las castañas para que no se quemen de un lado con una sartén con un mango muy largo para no quemarse, la otra va tirando un poco de agua para hidratarlas. Aprovechando las brasas del fugo cocemos los moniatos que con el tiempo de preparar todas las castañas ya están bien cocidos.
Cuando las castañas están bien tostadas, se guardan dentro un papel para que estén bien calientes. La mesa del comedor se prepara con los «panellets», las castañas, los moniatos y un porrón con vino dulce.
Solo queda disfrutar de esos productos que nos da el otoño con la compañía de amigos y familia. Un bonito día para compartir conversaciones, risas, comida y conocimientos.
Por otro lado, además de vivir esta tradición de los países catalanes, también en su momento seguíamos la tradición anglosajona de Halloween. La noche del 31 de noviembre nos disfrazábamos de personajes bien estrambóticos para ir de casa en casa a pedir caramelos. Es importante decir que la mitad de las casas no tenían y nos daban cualquier cosa.
Esta generación que hemos podido vivir las dos festividades, tanto Halloween como la castañada, ahora al pasar los años nos encontramos que un grupo de personas siguen una tradición o la otra. Este hecho hace que una parte de la población ya no haya la tradición local y no la pueda enseñar a las nuevas generaciones. Creando una cadena que poco a poco, al pasar generaciones se pueda perder una fiesta tan arraigada en su tiempo y que ha sido absorbida por una festividad mucho más comercializada.
MANTENGAMOS LAS TRADICIONES Y TODOS A COMER CASTAÑAS
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