El globo aerostático, las sensaciones de volar en la Garrotxa

Volar en globo aerostático es descubrir una sensación totalmente distinta a cualquier otra que hayas vivido. Podríamos decir que es una tranquila aventura. La adrenalina de estar a 2.000 metros de altitud se combina con la sorprendente sensación de estar como en casa, como si estuvieras viendo un documental del paisaje, pero formando parte del mismo.

La paz y tranquilidad que se vive es única, unas sensaciones que sorprenden a la mayoría de pasajeros que vuelan por primera vez. Como si estuvieras en un mirador, pero sin vértigo. Flotar y no tener puntos de referencia nos permite reducir la sensación de vértigo tal y como la conocemos desde el suelo.

Al despegar poco a poco con el globo aerostático, vamos perdiendo el miedo a las alturas y nos acostumbramos a ser simples pasajeros del viento, sin apenas notar que nos movemos. Pronto llegamos a la altura del volcán Croscat en el que empezamos a notar los primeros rayos de sol del día. En cuestión de minutos, se despliega ante nosotros todo el paisaje: el bosque de la Fageda d’en Jordà, Olot, los volcanes y, más allá, el pueblo de Santa Pau.

Pero no es todo calma. Volar en globo aerostático también tiene su punto de aventura. Una de las gracias es no saber nunca exactamente dónde acabaremos: cada vuelo es diferente, según hacia donde sople el viento. Esto hace que, cada día, descubramos nuevos detalles de los bosques, pueblos y campos que sobrevolamos.

Y para terminar, llega uno de los momentos más entretenido: el aterrizaje del globo aerostático. Aunque el globo no tiene volante para dirigirlo ni frenos para pararlo, el piloto controla el descenso para poder tocar el suelo de la forma más suave posible. Es el único instante del vuelo en el que se puede notar un poco más de movimiento, dependiendo del terreno y del viento, pero siempre se hace de forma segura. Este toque final suele ser lo que más les gusta a los más pequeños, que lo viven como una parte divertida y emocionante de la experiencia.

No podemos dejar pasar una última sensación: la de brindar con una copa de cava a 2000 metros de altitud. Un momento muy especial con todos los pasajeros que será irrepetible.

Así que ya sabes:

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